Longevidad fructífera

Pilar Rodríguez Rodríguez – Gerontóloga y presidenta de la Fundación Pilares

Pilar Rodriguez

Durante años hemos utilizado el término “envejecimiento” para referirnos, como es conocido, tanto a la tendencia de cambio demográfico que se está experimentando en las poblaciones de todo el mundo, como al proceso natural que afecta con el paso del tiempo a todos los seres vivos.

En su primera acepción, el envejecimiento poblacional es debido al incremento de la esperanza de vida, a la caída de la natalidad y al impacto que los movimientos migratorios tienen sobre los cambios en las pirámides de edad de los diferentes territorios o países. Así mismo, se producen brechas en la evolución demográfica cuando ocurren catástrofes, como una guerra o una pandemia. Por su parte, el envejecimiento individual relativo a las personas se refiere a la disminución gradual y progresiva de las capacidades físicas y mentales y a un mayor riesgo de contraer determinadas enfermedades a medida que avanza nuestra edad, todo ello producido por la acumulación de daños moleculares y celulares.

Hay otro término, “longevidad”, que es sobre el que asentamos este blog que hoy iniciamos y que, partiendo de su conceptualización más etimológica (vida larga o prolongada), señala como clave el factor relacionado con el crecimiento progresivo de la esperanza de vida humana, y nos invita a reflexionar sobre cómo este fenómeno va a afectar (está afectando ya) a muchas dimensiones de nuestra sociedad.  Gran parte de las transformaciones que están ocurriendo son debidos a la difuminación o ruptura de las etapas en que se había venido categorizando la vida en relación con tres tramos de edad (<18 años=estudio, 18-65 años=profesión, >65 años= jubilación), que ya no se corresponden en absoluto con los cambios acaecidos: la etapa juvenil se extiende ahora hasta los 30 o más años; la entrada en la esfera laboral se retrasa y la salida ha iniciado también un retroceso. Mientras, el tiempo vivido y el que podemos alcanzar en tiempos de jubilación cada día es más prolongado…

El impacto de la longevidad repercute en la esfera laboral, la salud, la educación, la economía, el consumo, los roles de género, la inmigración, la vivienda, los servicios sociales, la tecnología, la accesibilidad en todos los campos (física, cognitiva, urbanismo, transporte, participación social), la ética… Y, aunque  se van dando pequeños pasos en las respuestas, en su mayoría estas son individuales, las cuales no son ni serán suficientes para comprender primero y actuar después ante un fenómeno que está transformando radicalmente nuestra sociedad y en el que la actuación política, junto al conjunto de las entidades y agentes sociales, es clave para acomodar de manera positiva y democrática los cambios que está produciendo esta revolución gris, que es comparable en amplitud a la que iniciaron las mujeres en el siglo XIX.

Desde nuestra Fundación consideramos que la longevidad es un hecho positivo que está lleno de oportunidades y, por ello, rechazamos frontalmente términos como “el tsunami gris”, el cual “ evoca una visión aterradora, una ola de viejos que viene a saturar los sistemas sanitarios y sociales y a chupar la riqueza de las nuevas generaciones” (Ashton Appelwhite). No obstante, sí hemos querido enfocar prioritariamente en este blog los riesgos o amenazas que conlleva el fenómeno de la nueva longevidad, como forma de afrontar o conjurar los efectos perversos de no contemplarlos. Nos proponemos hablar, entre otras, de cuestiones como el edadismo (discriminación por la edad), el rol social que debieran ocupar y no ocupan las personas mayores, o la conveniencia de adoptar medidas preventivas de los factores de riesgo que desencadenan enfermedades y situaciones de fragilidad o dependencia que pueden ser evitables…  En este último sentido, se extiende por todo el mundo un vocablo relacionado con la salud pública (la “gerociencia”), cuyo objetivo es ralentizar el envejecimiento, como método de prevención primaria más eficaz, siendo su propósito principal incrementar la esperanza de vida libre de discapacidad para poder vivir durante más años con buena salud.

Desde la Fundación Pilares trabajamos fundamentalmente desde su creación en el ámbito de atención a las personas mayores y el de quienes precisan apoyos y/o cuidados de larga duración. Hemos desarrollado un modelo, fundamentado en el conocimiento científico producido y en las evidencias y buenas prácticas encontradas en esta área, que hemos denominado de atención integral y centrada en la persona (AICP), y que, aunque puede aplicarse en otros ámbitos, lo hemos focalizado ante todo en el de los apoyos y cuidados que precisan quienes se encuentran en situación de fragilidad, discapacidad, soledad o dependencia. El modelo aboga por un cambio de paradigma que deje definitivamente atrás los marcados por el paternalismo y el asistencialismo, y defiende la necesidad de contar siempre con la participación y el consiguiente protagonismo de las personas afectadas, así como la de sus familias, a quienes el conjunto de profesionales y entidades que actúan en este ámbito deben situar verdaderamente en el centro de su actuación cuando proponen planes que afectan a sus proyectos de vida.

Estamos convencidos de que la atención ha de ser integral, en tanto que la persona es un todo bio-psico-social-espiritual, y, consecuentemente, esta visión holística de la persona ha de convertirse en principio de actuación de las políticas y servicios (sociales, sanitarios, vivienda, transporte, tecnología…), incluyendo también los recursos de la comunidad, y entendiendo que la interdependencia de todos los sectores y niveles involucrados es totalmente necesaria porque ninguno de ellos puede resolver por sí mismo problemas que son diversos, interconectados y cambiantes a lo largo del tiempo.  Sin embargo, los sistemas y prestaciones están descoordinados, burocratizados, organizados en carteras de servicios muchas veces incompatibles y compartimentados con criterios rígidos de acceso, lo cual origina que resulte difícil, cuando no imposible, ofrecer una atención personalizada, que es la otra dimensión del modelo AICP, y que exige que la persona esté presente y decida sobre las propuestas de atención que se le ofrecen, respetando siempre sus derechos y dignidad.

Todo el patronato de nuestra Fundación está involucrado en ofrecer, desde la diversidad de sus cualificadas trayectorias, miradas complementarias que aporten alguna luz a los caminos que habremos de transitar para conseguir una fructífera longevidad. Invitamos también a participar a cuantas personas estén interesadas en nutrir este espacio de reflexión creativa. Muchas gracias!

Artículos de opiniónLongevidad fructífera
Ir al contenido