“Mi experiencia con el Covid-19” de José Ramón Peña Pérez

Mi experiencia con el Covid-19 como enfermero en una planta de hospitalización de Medicina Interna en un hospital comarcal, creo que debe de ser parecida a muchos compañeros sanitarios durante la pandemia. La mía en particular no es espectacular, pero ha sido una vivencia que recordaré durante mucho tiempo.

Supongo que como a la de la mayoría de nosotros, la primera vez que tuve conocimiento del Covid-19 fue en las noticias de la televisión. En China, en una ciudad llamada Wuhan. Un virus desconocido, muy contagioso, peligroso, pudiendo llegar ser mortal. De origen desconocido, al parecer transmitido a las personas desde algún animal (murciélago, pangolín), o desde algún laboratorio…. Impresionaba las medidas necesarias para evitar su transmisión: el confinamiento de la población, los equipos de protección personales y su mortalidad.

Pero creo recordar que nuestras autoridades autonómicas y estatales comentaron que a nosotros no nos afectaría y en caso de hacerlo, serian pocas las personas infectadas y que nuestro sistema sanitario estaría preparado. Pero pronto empezaron a aparecer casos. En países asiáticos, en países europeos (por su puesto en nuestro país) y, en el resto de los países de todos los continentes, convirtiéndose en una pandemia.

Mi experiencia de la actual pandemia del Covid-19, empezó cuando un día, asistimos a una reunión en el hospital en la que nos informaron de las medidas para tener en cuenta en la atención a personas de sospecha de estar infectadas o infectadas por el virus. Los equipos de protección a utilizar, las medidas de aislamiento, los protocolos… Que más tarde se iría adaptando a los recursos disponibles y el número de personas infectadas que eran ingresadas.

Nos cambiaron los turnos de trabajo, horarios de 12 h, yo en horario de noche de 20 h a 8 h. con dos días de descanso (uno para recuperarte, otro de descanso y al tercero a volver a darlo todo). Reconozco que estaba cansado física y emocionalmente. Se contrató personal para la situación, algunos eran estudiantes de enfermería (que han dado la cara como el que más). Siendo para una planta de 27 usuarios, cuatro profesionales, dos enfermeros/as y dos como auxiliares de enfermería. También se contrató a personal de limpieza, que limpiaban continuamente, entraban a las habitaciones de las personas contagiadas y con equipos de protección también limitados, realizando una labor imprescindible.

Nunca me he considerado un héroe ni tampoco he tenido miedo a contagiarme, es mi trabajo. Pero la verdad es que ha sido duro a nivel físico y emocional. El aguantar con los equipos de protección, que eran los que eran, cuando te quitabas las batas, los guantes, el gorro, las mascarillas, estabas completamente empapado en sudor, en la cara tenías las marcas de la mascarilla, las gafas… el ver a personas sufriendo, solas, con miedo a morir, con una sintomatología respiratoria que en algunos casos se intuía la gravedad y su posible pronostico. Y con unos tratamientos que no estaba demostrada su utilidad.

Un día me comencé a encontrar mal, náuseas, fiebre, sin fuerzas para nada. Fue muy extraño, nunca me había pasado algo así. Informé a los responsables de enfermería que me aconsejaron que fuera al hospital para hacerme la PCR. Estuve tres días aislado en mi habitación, estirado en la cama, esperando los resultados, solo fueron tres días, pero fueron eternos (me puedo imaginar lo que han pasado las personas afectadas que han estado durante mucho más tiempo asiladas). Ya me encontraba mejor, la PCR salió negativa y volví a mi lugar de trabajo.

Como cosas negativas de la situación vivida hasta el momento destacaría: el estrés, la pena de no haber podido hacer más, de las personas que han fallecido en unas condiciones no deseables, de compañeros que han enfermado, de personas y compañeros que se apartaban más de los necesario cuando te veían por miedo al contagio, de familias indignadas, de la relación con que las personas a las que cuidábamos, el que no nos pudiera ver la cara con tanto equipo de protección y con el mínimo contacto físico, del tener que haberte alejado tus familiares. Y de los tontos de turno que no han hecho, ni hacen caso a las medidas de prevención.

Me acuerdo, en especial, de una persona. Antes de que acabara mi turno me preguntó si estaba bien, si se curaría. Ya no sé qué le conteste. Pero su situación era muy grave, no mejoraba con los tratamientos y el día que me tocó volver a trabajar ya no estaba, había fallecido. Me produjo mucha pena. De esta experiencia me ha dado también cosas positivas, el valor de la confianza que han depositado en nosotros las personas afectadas y sus familiares. Pienso que he mejorado en la relación con las personas, al escuchar, al observar sus caras, sus gestos… la sensación de estar más unidos. Notaba más compañerismo, más complicidad. La gente salía en los balcones a aplaudir, unos aplausos que te ayudaban a continuar: de mi vecina, que muchas veces nos preparaba comida, personas que se recuperaron y cuando nos encontramos en la calle hablamos, de empresas y particulares que nos dieron material cuando la institución lo necesitaba (material médico, mascaretas, gorros y batas cosidas por voluntarias, comida, hasta creo recordar que un respirador artesanal…).

Pienso que lo hemos hecho lo mejor posible, adaptándose a la situación. Los EPI, estaban contados, la carga de trabajo era alta, las batas se lavaban para reutilizarlas hasta que estaban tan deterioradas que ya no servían, las mascaretas las aguantábamos una semana. Los compañeros con más riesgo de contagio y con patologías respiratorias como por ejemplo el asma, fueron trasladados a otras unidades. Había una escasez de pruebas PCR, que se utilizaban en casos estrictamente necesario. Nos ofrecieron un servicio de ayuda psicológica para quien lo necesitara, se estableció un horario para informar a los familiares diariamente y la posibilidad de conectarse mediante un Tablet con su familiar ingresado y en situación final de vida la posibilidad de un acompañante.

Esta situación provocada por la pandemia, creo que nadie se la esperaba. En los medios de comunicación salen continuamente expertos dando su opinión, parece que ahora todo el mundo sabe mucho. Que es lo que se tenía que haber hecho, que errores se han cometido … No sé, a toro pasado todo parece más sencillo. A mi parecer esto no se ha acabado, espero que hayamos aprendido la lección, que entendamos que nos necesitamos unos a otros, que todos somos importantes, que tenemos las mismas necesidades, que deberíamos tener los mismos derechos, incluyendo a las personas mayores, que la economía no se imponga a la salud. Pero cuando veo a las personas que nos dirigen, nuestros políticos, ellos que toman las decisiones, continuamente discutiendo, sin ponerse de acuerdo en una situación tan grave como esta pandemia, me da mucho que pensar.

Hay cosas que no puedo llegar a entender. ¿Como es posible que en España no se fabricaran mascarillas, guantes, gorros, batas suficientes para abastecernos? No parece que haga falta una gran tecnología. Que no tuviéramos respiradores, cuando me parece que empresas privadas españolas realizaron en un tiempo récord prototipos y adaptaciones para los ya existentes. Y del por qué había test PCR para determinados colectivos y para nosotros los profesionales de la sanidad y el resto de la población los justos, de por qué un expresidente del gobierno se salta el confinamiento, de por qué algunos dirigentes políticos se alojaban en apartamentos de lujo… No sé si es verdad o no, pero al enterarte te creaba mal estar. Cosas de la globalización supongo, de mucha falta de previsión y poca ética.

Somos un país de buena gente, con grandes profesionales en todos los ámbitos, que tenemos saber potenciar, que recuperar los buenos valores, la consciencia social. Que no somos un país pobre sino un país que ha sido empobrecido. Que tenemos que ser solidarios, no podemos abandonar a las personas más vulnerables, en esta crisis sanitaria y económica. Y que saldremos adelante.

Hemos cuidado a las personas lo mejor que hemos podido. Y lo volveremos a hacer si es necesario. No porqué seamos héroes, sino por nuestro compromiso profesional con la sociedad.

(Relato de José Ramón Peña Pérez para la I Convocatoria de Relatos en primera persona sobre el coronavirus en el ámbito de los cuidados de la Fundación Pilares.)

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