Relato de Mª José Rubio

A veces, se nos da la oportunidad de plasmar en el papel, lo que desde el corazón y la voluntad se hace y en verdad, no es nada fácil. Toda esta situación ha sido una experiencia tan llena de emociones en todos los sentidos, tanto a nivel personal como de trabajo, que no sabría por dónde comenzar.

El 1 de Abril, nos confinamos los trabajadores, en nuestro lugar de trabajo. Residencia de Jesús Nazareno, no sin antes debatido el tema, pues en el fondo sabíamos que era lo más seguro, pero a la vez lo más duro, pues esa decisión conlleva dejar tu casa, tu familia y aún más difícil, para las compañeras que tienen niños pequeños, que les dejaban más trabajo a quienes tenían que cuidar de ellos. Al final todos nos acoplamos y la decisión fue unánime. Entramos con una maleta cargada de uniformes de trabajo y poco más. Se cerraron las puertas de nuestra residencia, atrás dejábamos nuestras familias, para sin darnos cuenta, crear otra gran familia, la de Jesús Nazareno. Lo que ninguno imaginábamos es que se nos abrirían otras puertas, la de nuestro CORAZÓN.

Esta pandemia, nos ha venido grande a todos y nos ha cambiado la vida de cuajo. Lo que siempre decimos, que no tenemos tiempo para hacer esto o lo otro, ahora resulta que lo único que tenemos es TIEMPO, para dedicar, regalar y emplear en todo aquello que queramos y nos apetezca hacer. Y darnos cuenta que si no lo hacemos así, se nos va un TIEMPO, precioso.

Nos enfrentamos a nuestro día a día, con incertidumbre, a falta de pruebas que nos dieran la máxima seguridad de que estábamos bien, con nuestros miedos… pues era lógico que con quienes íbamos a estar era el grupo de mayor riesgo.

Dicen que, al abismo del miedo, hay que mirarlo de frente, pero enfrentarse a lo desconocido y encima invisible, hay que tener una buena dosis de VALENTÍA.

Ni en nuestras peores pesadillas, podíamos llegar a imaginar la magnitud que ha traído el COVID-19, cuando hizo parar al mundo en seco, todos los que estamos trabajando en el sector sanitario, tuvimos que ponernos las pilas para seguir, seguir y seguir sin bajar la guardia. Desde aquí, nuestra admiración y reconocimiento a todos los que han estado en primera línea de batalla, que como todos los días, lo que han hecho ha sido su trabajo, a veces no reconocido.

Los días fueron transcurriendo, entre muchas horas de trabajo, apenas sin descanso, pero llenos de satisfacción y tranquilidad, por cada hora que pasaba, estábamos bien en nuestra burbuja. Hemos sido una piña: Comunidad, Dirección, Técnicos, Dues, Cocina, Lavandería, Limpieza, Portería y Auxiliares, todos han hecho de todo.

La vida con su diario, nos ha hecho vivir momentos de mucha alegría con nuestros abuelos y abuelas, anécdotas, chascarrillos, coplas, bailes, pero también de mucha carga emocional, enfermedades y despedidas en soledad, teniendo siempre en nuestro pensamiento a sus familiares, que no podían estar con ellos en esos momentos. Cuánto dolor ha creado esta situación. No le hemos dejado partir, en SOLEDAD.

Nunca estando tan cerca, hemos tenido que estar tan lejos.

Todas estas vivencias, nos han hecho crecer, más como personas, estando más unidos que nunca, más cercanos, codo con codo y que con solo mirarnos a los ojos ya nos entendíamos. La FUERZA de una mirada…

Hemos dibujado SONRISAS en las mascarillas para sentirnos cercanos y hacerles ver a nuestros abuelos que todo va bien. Ellos son los protagonistas, porque nos siguen enseñando todos los días, que su generación han sido y son unos luchadores, con su única herramienta (sus manos) y su constancia en el trabajo sin horario, han hecho de que todo lo que la vida les privó a ellos hoy nosotros lo tengamos a nuestro alcance…. Y aún así no estamos satisfechos.

Tenemos un gran ESPEJO donde mirarnos y no queremos ver su REFLEJO.

Dar las gracias a nuestra Comunidad de Hnas. Hospitalarias Jesús Nazareno, por invocarnos las palabras de Nuestro Padre Cristóbal: Mi providencia y tu Fe, mantendrán esta casa en pie.

Por poner a nuestra disposición toda la casa sin faltarnos de nada y aguantar nuestro bullicio.

A los familiares, por su apoyo y compresión y deseosos de ese primer beso y ese primer abrazo como la magia de la primera vez. Dando gracias a Dios y a la Vida, por estar aquí, nunca un contacto cercano con las personas tuvo tanto sentido.

No sabemos a los que nos quede por enfrentar, pero lo que hemos evitado, pasado está. Entramos con una simple maleta y hemos salido con un armario, lleno de ESPIRITU de trabajo, UNIÓN Y CARIÑO, entre todos, para y por todos. Y como dice Stephen Covey:

“Lo más importante en la vida, es que lo más importante, sea lo más importante”

(Relato de Mª José Rubio para la I Convocatoria de Relatos en primera persona sobre el coronavirus en el ámbito de los cuidados de la Fundación Pilares)

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